lunes, 9 de enero de 2017

¿Desde cuándo somos niños cobardes?

Una cosa es tener miedo. Otra es actuar con base en miedos infundados.

Como humanos somos muy malos para evaluar riesgos. Nos parece mucho más peligroso algo que no conocemos o no podemos controlar, a algo que sí conocemos, aún si es bastante riesgoso.

"Tengo miedo". Quizas me equivoco, pero tengo la impresión que en las últimas dos décadas ha cambiado la actitud de muchas personas hacía este enunciado. Antes, era algo mal visto e incluso un poco ridículo (y por lo tanto la gente no lo decía mucho y así evitaba el contagio). Si era un niño, se le reconfortaba pero también se le recordaba que no era la reacción apropiada. Ahora, se toma en serio. Va desde los padres sobreprotectores, hasta personas que ya no quieren ir en avión, por la posibilidad extremadamente remota de que pueda haber una bomba. O de no ir a comprar el regalo del 6 de enero por chismes no verificados. Ya sé, ya sé - la desinformación no ayuda, y tampoco la tendencia de los medios y redes sociales de "vender" el miedo.

Y esto, a su vez, anima a más gente hacer lo que es emocionalmente más fácil, que es actuar sobre estas emociones, en vez de controlarse. Con otras palabras, ser cobarde se ha convertido en vuelto el nuevo "normal".

Incluso, gastamos grandes cantidades de dinero y esfuerzo en minimizar algunos riesgos que de por si son bajos y dejamos otros, mucho más importantes, sin atención y recursos. Perdemos libertad y dignidad con tal de reducir algunos riesgos remotos. Esto pasa tanto en la vida privada, como en la pública, donde es más lamentable, y dizque a demanda de la población (aunque qué tan cierto es, a veces no está claro).

Se supone que el proceso de madurar y volverse adulto consiste en aprender a controlar las emociones. Esto incluye todas - miedo, amor, sexo, envidia, competitividad - y todas las demás. Una persona madura sabe cuándo es justificado un miedo y se tiene que actuar, y cuando no; y peor, cuando alguien nos quiere manipular. No es cosa de no tener el sentimiento, sino de no reaccionar en forma instintiva y saber dominarlo. Además un adulto sabe que una vida sin riesgos no existe, y además no vale la pena vivirla.

Entre más nos dejemos guiar por estos sentimientos, más gente tendrá motivo para manipularnos a través de ellos, y más lo hará, con consecuencias muy lamentables, promoviendo precisamente lo que queremos evitar. Tanto el terrorismo como los saqueos desaparecen cuando se tratan como simples asuntos criminales y no tienen eco. Cuando no infunden miedo exagerado en la población y no causan memes virales y no permiten a los autores sentirse importantes.

Seamos adultos. Seamos libres. Tengamos dignidad.

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